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sábado, 12 de marzo de 2011

Señor, Señor... (9º Domingo del Tiempo Ordinario)


Señor, tu Palabra es la roca que me salva.
 Recuerdo que cuando pequeño, y no tan pequeño, mi padre me hablaba del valor de la Palabra. Sí, del valor que antes tenía la palabra, y lo poco que vale ahora. Me contaba, cómo cuando dos personas llegaban a un acuerdo sobre la venta de algo, bastaba decir "te doy mi palabra" para que la otra persona se quedase tranquilo y seguro de que se haría tal como se había hablado. No hacían falta papeles ni firmas de contratos para estar seguro de que se cumpliría lo acordado.
También me contaba, que para recomendar o hablar bien de una persona, se decía "es un hombre de palabra", es decir, una persona que cumple lo que dice. Y ahora está todo muy diferente... ahora vale más el... "Donde dije digo digo Diego" porque cambiamos de versión cuando nos conviene, en donde dijimos una cosa, ahora decimos otra, cambiamos de opinión con el viento, y la palabra ya no tiene valor.

Hoy Jesús nos habla de lo mismo, nos dice "No todo el que diga Señor Señor entrara en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre". Y yo me pregunto, si a veces no me estoy limitando a decir "Señor, Señor".
Cuando le hablo a los niños del Reino de los Cielos, les digo que no hay que esperar a ir al Cielo para vivirlo, sino que podemos vivir el Reino de Dios aquí en la tierra, si para nosotros Jesús es el rey, si en nuestro corazón reina Jesús. Si Jesús es el rey de nuestro corazón viviremos su reino, es decir, seremos felices.... y para eso no basta con decir "Señor, Señor".
No basta con ser "cristianos de boquilla", conformarnos con ir a misa los domingos, vivir los grupos como algo que hay que hacer, etc, etc...
Jesús quiere de nosotros algo más, quiere que seamos cristianos de corazón, que ESCUCHEMOS su palabra, y LAS PONGAMOS EN PRÁCTICA. Que seamos hombres y mujeres de PALABRA. Que nuestra vida sea como un evangelio con piernas y manos, que nuestro corazón tenga taquicardias de tanto amar...
Así, cumpliendo la palabra de Jesús, estaremos construyendo la casa de nuestra vida sobre roca firme, y vendrán la lluvia de los problemas, vendrán los ríos de la tristeza, soplarán los vientos de las dudas, y nuestra alegría de vivir el reino de Dios se quedará firme, nuestra fe no se hundirá.

Miremos la cuaresma como una oportunidad para poner cimientos a nuestra vida, que podamos construirla sobre la roca firme que es Dios, y nos dediquemos a que la palabra que escuchamos, las buenas intenciones, los pensamientos que siempre tenemos, pasen a ser obras, que nuestras manos estén siempre abiertas a poner en práctica lo que Jesús nos enseña, que nuestros pies estén preparados para seguir el camino que la cuaresma nos propone, que nuestro corazón se vaya ablandando para acoger y desprender amor en cada momento de nuestro día.

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